domingo, 10 de octubre de 2010

Día 5

Vuelvo a Moscú. Tres días completos rodeados de rusos, de jóvenes rusos, de familia rusa, de gente de verdad rusa, de lengua rusa, de paisajes y atmósfera rusos. Todo más allá del ajetreo de Moscú. En el desconocido Dimitrov.

Los rusos entre ellos son muy emocionales. No dudan en abrazarse, en besarse, en reírse. Buscan la broma de cualquier cosa. Buscan que cualquier reunión sea un momento entrañable. Me recuerdan en muchas cosas a la gente de allí.

Yo he sido elemento de curiosidad en esas reuniones. Eso ha provocado más de una historia curiosa, pero siempre agradable. A veces me sentía como algo exclusivo, en plan, ‘mira, un español de verdad’. Otras veces, se ponen a hablar entre ellos durante un buen rato, y yo no me entero de nada. Pero disfruto viéndoles gesticular, viendo comunicarse entre ellos con ese idioma de locos y viendo como son.

Me ha gustado la experiencia. Me ha cansado, claro. Pero la sensación de verse rodeado por lo auténtico es genial. Me sentía como una especie de antropólogo. Y me lo he pasado muy bien.

Me voy a dormir.

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